Es ahora o nunca
Estamos en un momento decisivo con respecto a la salud y la sociedad puertorriqueña. La Organización Mundial de la Salud define la palabra “salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de enfermedades”. Entonces, de acuerdo con esta definición, ¿estás sano? ¿Tu familia y las personas que te importan están saludables? ¿Por qué o por qué no? Y si no, ¿se podría hacer algo al respecto? Cuando pensamos en la salud, estas cinco dimensiones nos vienen a la mente: emocional, física, mental, calidad de vida y alcanzar el máximo potencial. Estas cinco dimensiones están interrelacionadas, ya sea positiva o negativamente.
Algunos usan el término “salud holística” para considerar cómo la salud afecta a toda la persona, no solo nos referimos aquí a una enfermedad en específico. La salud holística enfatiza las conexiones entre la mente, el cuerpo y el espíritu. ¿Y cuándo deberíamos preocuparnos por nuestra salud? La buena salud es importante en cómo, cuándo y dónde vivimos, trabajamos, aprendemos, jugamos y nos congregamos. Esto incluye el hogar, el lugar de trabajo, las escuelas, el vecindario, la comunidad y el pueblo donde residimos. También incluye las iglesias o templos y, de hecho, nuestro mundo porque lo que sucede en una parte lejana del mundo tarde o temprano puede tener un profundo impacto en uno, estés listo o no a esto.
En los pasados dos años y medio Puerto Rico ha sentido los efectos de fenómenos naturales que han dejado profundas huellas en nuestro país, especialmente en nuestros niños y niñas. Muchos de nosotros no habíamos experimentado un huracán categoría IV como lo fue María, su fuerza destructiva y el colapso de la isla por meses no lo habíamos experimentado nunca. Según el estudio inicial realizado por el Instituto de Desarrollo de la Juventud, diciembre, 2017, El impacto del huracán María en la niñez de Puerto Rico: análisis y recomendaciones iniciales indica que “La experiencia, tanto del huracán, como de sus efectos, puede llevar a que los niños desarrollen trastorno de estrés postraumático, el cual puede durar años después del huracán, afectar el aprovechamiento académico, y eventualmente, el éxito que puedan tener en su adultez. Este cuadro se complica cuando se considera que los estragos del huracán fueron más severos en regiones donde la mayoría de los niños ya enfrentaban condiciones de pobreza. Esto quiere decir que antes del huracán, muchos niños ya estaban lidiando con condiciones que amenazaban su salud mental”.
Ahora con los sismos ocurridos desde el pasado mes de diciembre, nuestros niños y niñas, especialmente los que viven en la región sur y oeste de nuestra isla, se han enfrentado a dos desastres naturales diferentes entre sí y únicos. Podemos prepararnos de antemano para un huracán, pero no así para un terremoto. Si podemos enseñarles a nuestros niños y niñas los conceptos o factores de peligro, riesgo y vulnerabilidad, hacer simulacros no tan solo en las escuelas sino en nuestras comunidades, sin embargo, escuchando a la Dra. Nefertiti B. Poyner, especialista en Educación Temprana, del Centro Deveraux for Resilient Children, seguimos enviando a nuestros niños y niñas a salir bajo un fuerte aguacero sin sombrilla. Los factores de riesgos son influencias negativas, situaciones y características que contribuyen en las probabilidades de que un individuo tendrá dificultades en enfrentar o resolver situaciones a lo largo de su vida.
Ciertamente, el Departamento de Educación de Puerto Rico ha puesto en marcha diversas iniciativas que contribuyen a proveer factores protectores a sus estudiantes. Iniciativas como PBIS, valores y desarrollo socioemocional son fundamentales para promover niños, niñas y jóvenes con un mejor aprovechamiento académico, menos conductas de riesgo, menos ausentismo y mayor porciento de estudiantes graduados del sistema. Los factores de riesgos continúan ahí, no se van. La pregunta es ¿están siendo implementadas adecuadamente? El ofrecer desarrollo profesional al personal docente, docente administrativo es un paso correcto para proveerles estrategias que refuercen factores protectores en las escuelas sin embargo la verdad es que bajo una fuerte lluvia hay que darles sombrillas y capas a nuestros estudiantes no tan solo a los docentes. Los factores protectores sirven de amortiguadores para desarrollar, afianzar y fortalecer estrategias que ayuden a formar y desarrollar niños, niñas y jóvenes que sean socialmente fuerte y emocionalmente seguro y esto solo se logra cuando el enfoque principal está en nuestros niños, niñas y jóvenes y todos los actores de nuestra sociedad están dispuestos a acometer este fin.
Podemos hablar sobre que es la manera que se lleva haciendo hace décadas, podemos decir que es la manera correcta de hacerlo, pero hemos llegado a un momento en nuestra sociedad donde es ahora o nunca de planificar y estructurar un cambio en la visión de lo que debe comenzar a ser nuestro norte. Un cambio hacia una cultura en salud. La cultura define lo que es, no lo que nos gustaría que fuera. Y pensar en la cultura de esta manera ayuda a aclarar por qué cambiar la cultura es algo tan difícil de hacer. Al trabajar para crear una cultura en salud, es intentar cambiar la forma en que hacemos las cosas en lo que respecta a llevar una vida saludable desde las 5 dimensiones antes mencionadas. Entonces, ¿qué queremos decir cuando decimos cultura en salud? No existe una definición única, pero la Fundación Robert Wood Johnson, que ha hecho de su objetivo principal lograr una cultura en salud, la define como una en la que las personas y las entidades sociales, como los hogares y las empresas, pueden tomar decisiones de vida saludables dentro de un entorno en particular donde se promueve opciones de salud y bienestar para todos, y donde la elección saludable se convierte en la opción valorada. Una definición más sencilla: la cultura en salud motiva a todos, incluidas las empresas, a maximizar la buena salud y el bienestar para ellos mismos, para los demás con quienes viven y trabajan, para sus comunidades y para el medio ambiente.
Hoy vemos la importancia de las organizaciones sin fines de lucro, empresarios, individuos y fundaciones que se han dado a la tarea de ayudar a las personas de mayor necesidad, han tomado acción ante las dificultades que el gobierno ha demostrado ante los desastres naturales. Hemos comenzado a entender que es necesario tomar acción como sociedad para levantarnos sin depender del gobierno. Profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard han indicado que “construir una cultura en salud significa mejorar la sociedad para que todos tengan la mejor oportunidad de vivir una vida saludable” y esto incluye como las empresas son fundamentales para lograr este cambio. En los últimos dos años y medio hemos visto en nuestro alrededor, un creciente desequilibrio y discrepancia entre quienes tienen recursos y quienes no siendo más notable el efecto que esto ha tenido en la niñez. La salud es una dimensión muy importante en esa discrepancia. Más que nunca es necesario equipar a nuestros niños, niñas y jóvenes con herramientas que le ayuden en el largo viaje que es la vida. Los factores de riesgo pueden ser grandes y pesados, los factores protectores pueden ser pocos. Fortalecer las habilidades sociales y emocionales ayudan a los niños, niñas y jóvenes a “llevar” su maleta de la vida. A los 3 años, el cerebro de un bebé ha alcanzado el 80% de su tamaño adulto. La calidad de las experiencias durante los primeros 1,000 días de vida establece una base sólida o frágil para todo lo que sigue. Es por esto por lo que, es ahora o nunca.